La
irrupción de las redes sociales puso al periodismo en una encrucijada. ¿Los
medios tradicionales van a desaparecer? De solo imaginar la pregunta, un frío
glacial corre por las espaldas de más de un periodista de la vieja guardia. “O
te adaptás a los cambios tecnológicos o fuiste”, le vaticinaron seguramente a
alguno de ellos, como si se tratara de un diagnóstico terminal. Lo cierto es
que, aunque esta defunción se viene anunciando hace un tiempo, por el momento
ambas escuelas pueden convivir en armonía. Ocurrió lo mismo a comienzos de la
década del 50, cuando para los apocalípticos de siempre la televisión iba a
sepultar a la radio. Los resultados están a la vista: ambos medios viven y
colean juntos desde hace más de sesenta años. Significa que las redes sociales
no vienen a cargarse al periodismo. Su buen uso debe complementarlo, aunque los
límites puedan resultar difusos.
Cuando el
pajarito de Twitter ni siquiera era incubado, Pablo Schanton, periodista delsuplemento de Espectáculos de Clarín, ya hablaba de yahoornalismo, hace unos diez años. Se refería a la pereza de algunos periodistas de rock –rama en
la que se especializa– para buscar información de alguna banda. Según Schanton,
sus colegas reemplazaban el método clásico de los críticos musicales
(entrevistar a la banda, ir a verla en vivo, escuchar sus discos, analizar su
discurso, encontrar referencias) por el mero “gacetilleo” a través de Internet.
Cabe recordar que Google tampoco existía a nivel masivo y que Yahoo era la
vedette de los buscadores. Luego llegaría Wikipedia y, posteriormente, Facebook
y Twitter: un poco de información (“data”, según la jerga periodística), algún
testimonio, y ya se puede hacer una nota medianamente correcta.
Previamente
a Facebook y Twitter, vale la pena mencionar la aparición del blog, primera red
social que se presentaba como alternativa a la rigidez de los medios
tradicionales. Por esos momentos, se escuchaba otro consejo: “Todo periodista
debería tener su blog”. Como uno era su propio editor, estaba la fantasía de
que el periodista iba a volcar allí lo que no le dejaban poner en el diario que
trabajaba (o en la radio, o en el canal). Pero precisamente, también esto era
un arma de doble filo porque, ante la ausencia de un tercero que supervise, se
corría el riesgo de que el contenido sea falaz, por negligencia o por
intencionalidad de quien lo publicaba. En general, no se encontraron grandes
revelaciones en los blogs, al menos en los de periodistas de renombre. Sí fue
saludable la llegada de un formato –la hipertextualidad– que permitía mayor
extensión de los textos, enlaces a otros sitios y herramientas de audio y
video. Y también, que se establezca un nuevo canal de comunicación entre el
periodista y el público lector, sin intermediarios.
Un caso
destacado que sí funcionó como una forma de hacer periodismo paralelamente a
los medios tradicionales en nuestro país fue el portal Data54.com, propiedad
del inefable Jorge Lanata. En ese momento, según sus propias palabras, Lanata
estaba “vedado en la televisión” y lanzó este emprendimiento que para la época
era toda una novedad. Internet aún no estaba tan desarrollado en nuestro país
(estamos hablando del año 2000) y la aparición de un sitio con contenidos
propios representaba una bocanada de aire fresco para todos aquellos ávidos de
información. Coincidió también con los turbulentos días del gobierno de
Fernando de la Rúa, en los que renunciaría el vicepresidente Carlos Álvarez y
se denunciarían coimas en el Senado. Podía hablarse de información exclusiva,
ya que Lanata no pertenecía más a Página 12 y vivía el mencionado impasse con
la TV. De hecho, fue una referencia también para los medios clásicos, que
consideraron incorporarlo a sus fuentes.
En la
actualidad, dados los vertiginosos e hiperconectados tiempos en que vive el
periodismo, la inmediatez parece estar por sobre la rigurosidad. Previo al auge
de Internet, se decía que, ante una noticia, la radio te la contaba, la tele te
la mostraba y el diario te la explicaba. Hoy, ese esquema queda, algunas veces,
supeditado a las redes sociales. Con la merma en el consumo de diarios en
papel, sus versiones on line ganaron mayor protagonismo, y si antes importaba
la tirada, ahora es fundamental el número de visitas. A un público que reclama
estar constantemente actualizado hay que satisfacerle esa necesidad. Y las
redes sociales son un bálsamo para esta nueva modalidad.
Casi todos
los diarios digitales sufren el síndrome de declaracionitis, término utilizado por el español Miguel Ángel Bastenier. ¿En qué
consiste? Muchas de las noticias relevantes del día son simplemente testimonios
de personas reconocidas. Es muy común encontrar titulares con el esquema Fulano:
“…”. El gran proveedor de estas noticias es Twitter, red social que le
facilitó la tarea al periodista, aunque no siempre con resultados efectivos. Ya
no hace falta ir a buscar la palabra del político o famoso de turno: él mismo
la proporciona con solo seguirlo. También, según los contactos que se tenga, se
puede estar al tanto de acontecimientos tales como accidentes de tránsito o
seguir las alternativas de un partido de fútbol, por ejemplo.
Consejos para el uso de twitter en los periodistas (Universidad Europea de Madrid)
Consejos para el uso de twitter en los periodistas (Universidad Europea de Madrid)
Pero si
alguna persona pública puede ser acusada de vender “pescado podrido” a través
de una red social, el mismo juicio bien podría caberle a mas de un periodista.
Un episodio que retumbó en estas plataformas fue el que protagonizaron Pablo
Sirvén, periodista de La Nación, y el escritor José Narosky. En un twit, Sirvén
anunció la muerte de Narosky y la noticia tuvo alto impacto. Incluso, algunos
twitteros ya le rendían homenajes. Pero Narosky no había muerto; el que sí había fallecido era su hermano. Pérdida igual de lamentable, claro, pero no se
trataba de una destacada personalidad de la cultura. La confusión de Sirvén,
que podría haber sido una no noticia, se convirtió en una noticia en sí.
La frase “No
hay nada mas viejo que el diario de ayer” en este contexto habría que aplicarla
al diario de hoy. El papel queda rezagado, sin solución de continuidad, ante la
constante actualización de la web. Pero quizás también esa edición física siga
siendo necesaria aunque virtualmente ya adivinemos cuáles serán los titulares
de mañana. Sería ideal lograr un término medio. Que se pueda disponer de las
herramientas que permitan conocer una información al instante y difundirla, pero
también es que necesario su respectivo relevamiento y posterior análisis. Que las noticias en formato digital sean una especie de work in progress (trabajo en marcha) para que, luego de su tratamiento, al día siguiente se conviertan en información de calidad. Ahí es
donde podrán respirar aliviados aquellos periodistas del principio de estas
lineas.