domingo, 4 de agosto de 2013

Hacia un nuevo ejercicio del periodismo

La irrupción de las redes sociales puso al periodismo en una encrucijada. ¿Los medios tradicionales van a desaparecer? De solo imaginar la pregunta, un frío glacial corre por las espaldas de más de un periodista de la vieja guardia. “O te adaptás a los cambios tecnológicos o fuiste”, le vaticinaron seguramente a alguno de ellos, como si se tratara de un diagnóstico terminal. Lo cierto es que, aunque esta defunción se viene anunciando hace un tiempo, por el momento ambas escuelas pueden convivir en armonía. Ocurrió lo mismo a comienzos de la década del 50, cuando para los apocalípticos de siempre la televisión iba a sepultar a la radio. Los resultados están a la vista: ambos medios viven y colean juntos desde hace más de sesenta años. Significa que las redes sociales no vienen a cargarse al periodismo. Su buen uso debe complementarlo, aunque los límites puedan resultar difusos.




Cuando el pajarito de Twitter ni siquiera era incubado, Pablo Schanton, periodista delsuplemento de Espectáculos de Clarín, ya hablaba de yahoornalismo, hace unos diez años. Se refería a la pereza de algunos periodistas de rock –rama en la que se especializa– para buscar información de alguna banda. Según Schanton, sus colegas reemplazaban el método clásico de los críticos musicales (entrevistar a la banda, ir a verla en vivo, escuchar sus discos, analizar su discurso, encontrar referencias) por el mero “gacetilleo” a través de Internet. Cabe recordar que Google tampoco existía a nivel masivo y que Yahoo era la vedette de los buscadores. Luego llegaría Wikipedia y, posteriormente, Facebook y Twitter: un poco de información (“data”, según la jerga periodística), algún testimonio, y ya se puede hacer una nota medianamente correcta.

Previamente a Facebook y Twitter, vale la pena mencionar la aparición del blog, primera red social que se presentaba como alternativa a la rigidez de los medios tradicionales. Por esos momentos, se escuchaba otro consejo: “Todo periodista debería tener su blog”. Como uno era su propio editor, estaba la fantasía de que el periodista iba a volcar allí lo que no le dejaban poner en el diario que trabajaba (o en la radio, o en el canal). Pero precisamente, también esto era un arma de doble filo porque, ante la ausencia de un tercero que supervise, se corría el riesgo de que el contenido sea falaz, por negligencia o por intencionalidad de quien lo publicaba. En general, no se encontraron grandes revelaciones en los blogs, al menos en los de periodistas de renombre. Sí fue saludable la llegada de un formato –la hipertextualidad– que permitía mayor extensión de los textos, enlaces a otros sitios y herramientas de audio y video. Y también, que se establezca un nuevo canal de comunicación entre el periodista y el público lector, sin intermediarios.

Un caso destacado que sí funcionó como una forma de hacer periodismo paralelamente a los medios tradicionales en nuestro país fue el portal Data54.com, propiedad del inefable Jorge Lanata. En ese momento, según sus propias palabras, Lanata estaba “vedado en la televisión” y lanzó este emprendimiento que para la época era toda una novedad. Internet aún no estaba tan desarrollado en nuestro país (estamos hablando del año 2000) y la aparición de un sitio con contenidos propios representaba una bocanada de aire fresco para todos aquellos ávidos de información. Coincidió también con los turbulentos días del gobierno de Fernando de la Rúa, en los que renunciaría el vicepresidente Carlos Álvarez y se denunciarían coimas en el Senado. Podía hablarse de información exclusiva, ya que Lanata no pertenecía más a Página 12 y vivía el mencionado impasse con la TV. De hecho, fue una referencia también para los medios clásicos, que consideraron incorporarlo a sus fuentes.


Si bien no se trataba de una red social propiamente dicha, el público de Data54 se sentía parte de una comunidad. El sitio permitía, además, que cada lector pudiera confeccionar su propia dirección de correo electrónico. Lamentablemente, el portal estuvo poco mas de un año on line y no quedan registros suyos en la web (su dominio conduce a un portal de ofertas y descargas virtuales). Como muchos de los emprendimientos de Lanata, Data54 no terminó de la mejor manera: se acusó al periodista de provocar una quiebra fraudulenta y muchos trabajadores denunciaron ser indemnizados con cheques sin fondos. Más allá de esto y de que hoy su estructura, vista a la distancia, sería precaria, la página fue una de los primeros bastiones de lo que se llamaría Periodismo Digital.



En la actualidad, dados los vertiginosos e hiperconectados tiempos en que vive el periodismo, la inmediatez parece estar por sobre la rigurosidad. Previo al auge de Internet, se decía que, ante una noticia, la radio te la contaba, la tele te la mostraba y el diario te la explicaba. Hoy, ese esquema queda, algunas veces, supeditado a las redes sociales. Con la merma en el consumo de diarios en papel, sus versiones on line ganaron mayor protagonismo, y si antes importaba la tirada, ahora es fundamental el número de visitas. A un público que reclama estar constantemente actualizado hay que satisfacerle esa necesidad. Y las redes sociales son un bálsamo para esta nueva modalidad.

Casi todos los diarios digitales sufren el síndrome de declaracionitis, término utilizado por el español Miguel Ángel Bastenier. ¿En qué consiste? Muchas de las noticias relevantes del día son simplemente testimonios de personas reconocidas. Es muy común encontrar titulares con el esquema Fulano: “…”. El gran proveedor de estas noticias es Twitter, red social que le facilitó la tarea al periodista, aunque no siempre con resultados efectivos. Ya no hace falta ir a buscar la palabra del político o famoso de turno: él mismo la proporciona con solo seguirlo. También, según los contactos que se tenga, se puede estar al tanto de acontecimientos tales como accidentes de tránsito o seguir las alternativas de un partido de fútbol, por ejemplo.


Consejos para el uso de twitter en los periodistas (Universidad Europea de Madrid)

 
Pero si alguna persona pública puede ser acusada de vender “pescado podrido” a través de una red social, el mismo juicio bien podría caberle a mas de un periodista. Un episodio que retumbó en estas plataformas fue el que protagonizaron Pablo Sirvén, periodista de La Nación, y el escritor José Narosky. En un twit, Sirvén anunció la muerte de Narosky y la noticia tuvo alto impacto. Incluso, algunos twitteros ya le rendían homenajes. Pero Narosky no había muerto; el que sí había fallecido era su hermano. Pérdida igual de lamentable, claro, pero no se trataba de una destacada personalidad de la cultura. La confusión de Sirvén, que podría haber sido una no noticia, se convirtió en una noticia en sí.



La frase “No hay nada mas viejo que el diario de ayer” en este contexto habría que aplicarla al diario de hoy. El papel queda rezagado, sin solución de continuidad, ante la constante actualización de la web. Pero quizás también esa edición física siga siendo necesaria aunque virtualmente ya adivinemos cuáles serán los titulares de mañana. Sería ideal lograr un término medio. Que se pueda disponer de las herramientas que permitan conocer una información al instante y difundirla, pero también es que necesario su respectivo relevamiento y posterior análisis. Que las noticias en formato digital sean una especie de work in progress (trabajo en marcha) para que, luego de su tratamiento, al día siguiente se conviertan en información de calidad. Ahí es donde podrán respirar aliviados aquellos periodistas del principio de estas lineas.








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